viernes, 29 de abril de 2016

Reflexiones sobre Patrimonio y Desarrollo

En el siguiente ensayo se propone reflexionar acerca de las ideas de patrimonio y desarrollo. Como principal insumo y disparador se toman las 3° Jornadas Latinoamericanas de Patrimonio y Desarrollo que tuvieron lugar en la ciudad de La Plata entre los días 20 y 23 de Abril del 2016, propuestas por ICOMOS en trabajo compartido con la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Catolica de La Plata, CAPBAUNO Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires Distrito Uno y la UNESCO.


Para empezar cabe explicitar a qué referimos cuando hablamos de Patrimonio, para lo que es fundamental relacionar  conceptos como: pasado, identidad, testimonio, pertenencia, memoria colectiva, lo significante y lo simbólico. Es necesario entenderlo  como campo de poder y de disputa, como elección y decisión de un sector social para el resto – de la historia y del pueblo - .
El patrimonio puede ser natural o cultural. En caso del primero, desde hace poco,  se habla del desarrollo sostenible, ya que parte del pasado para planificar un mejor futuro;  y en caso del segundo puede ser  tangible o intangible y es particular de cada región.
El patrimonio cultural es un acuerdo social, un proyecto político, que incluye y excluye. Generalmente está inmerso en las ciudades, estas últimas entendidas como el artefacto cultural más importante de la producción humana, porque es donde definimos tiempo y espacio , que en forma de contexto, nos dan parámetros de análisis.

Ante la inmensa pregunta de qué es y qué no es patrimonio la infinita cantidad de respuestas serán siempre subjetivas.
El patrimonio es la identidad de la cultura. Entonces  cultura y patrimonio son conceptos que se definen entre sí.  Así es que cada país, región, pueblo, barrio, familias tendrán su propio patrimonio, y este irá adecuándose a los cambios sociopolíticos y culturales, es decir, que es dinámico y moldeable, nace y muere en relación a las necesidades de la sociedad a la que pertenezca.

Patrimonio es por ejemplo, un paisaje natural como las Cataratas del Iguazú, o una estatua que conmemora a un prócer, héroe de la historia nacional o rememora un acontecimiento, materializando el patrimonio intangible. Puede ser también un sitio histórico como el Cabildo, o una biblioteca y sus libros, y hasta un álbum de fotos familiares.

Para identificarnos con los diferentes tipos de patrimonio debe existir en nosotros una referencia histórica o sentimental.  Pero en las grandes ciudades puede ser que no existan esas referencias.
Vivimos en ciudades compactas, colapsadas. Los cascos históricos quedan sumergidos en mareas de gente y transporte. Ciudades departamentos, que a pesar de tener cada vez más gente lo que menos tiene es interacción con el vecino. El individuo se reconoce solitario, la sociedad fragmentada.  Se cumple un horario en la zona de trabajo y de inmediato se quiere huir.  Los centros se colapsan de productos y servicios que buscan atraer al lugar al que la mayoría repele.
Y en ese tránsito continuo y desgastante, no solo se desdibuja la forma del casco histórico y su esencia, sino también que se des-legitima, se naturaliza. Los edificios nuevos y los viejos terminan siendo parte del mismo paisaje, indistinto, tapado por publicidad.
Entonces la ciudad es una sumatoria de transeúntes y arquitectura, deja de ser una comunidad, porque pierde el rol del vecino, porque el beneficio de lo social se pierde entre el beneficio financiero que a su vez compite con el cultural y el ambiental.
En las 3°Jornadas Latinoamericanas de Patrimonio y Desarrollo que realizó ICOMOS en la ciudad de La Plata, se habló mucho de pensar al patrimonio en un conjunto de nociones que interpelen al desarrollo actual y lo orienten hacia cualidades sostenibles. Es tan evidente como urgente repensar los rumbos que eligieron los grandes capitales para superponerse en los diferentes mercados, que ante la ambición de desarrollo financiero avasallan todo tipo de patrimonio natural arruinando el medio ambiente con daños irreparables.
Esta cuestión fue muy recurrente entre los conferencistas invitados a abrir cada jornada pero resultaban mucho  más interesantes los abordajes del tema en las ponencias que sucedían en los talleres de las Jornadas, donde se contaban experiencias particulares de rescate, salvaguarda y uso del patrimonio, natural y cultural.
En la mayoría de los talleres los espacios o elementos considerados patrimonio eran parte de la comunidad, tenían que ver con su origen o dinámica, y , no casualmente, coincidía con la visión de Jordi Borja (invitado principal de las Jornadas) de reconocer y recuperar los espacios fabriles, el patrimonio del obrero, de la clase trabajadora.  Fue así, que hubo experiencias en relación a fábricas, estaciones de tren, barrios obreros, escuelas rurales, etc.
En estos trabajos el abordaje era teórico y práctico. Contaba con diferentes instancias – recopilación de testimonios, conocimiento de la historia, catalogación de bienes, problematización del caso, revalorización, convenios, concursos- Siempre trabajando desde y para la comunidad, poniendo en dialogo su identidad y legitimando su patrimonio desde la participación y la manifestación de necesidades que rescatan la memoria colectiva en busca de una solución a las problemáticas que afrontan, desde lo arquitectónico como es el mantenimiento o la reconstrucción, hasta el cuidado y uso adecuado de los bienes naturales.
Un caso que me pareció trascendental, desde lo personal y a modo de conclusión, fue el que expuso Jorge Tomasi, sobre Las prácticas en el patrimonio, Consideraciones sobre los saberes y las técnicas constructivas en tierra de La Puna Jujeña. Mediante fotos y testimonios orales de su experiencia en la Puna Jujeña, Tomasi, explicó en que constaba la construcción de una vivienda en esa zona. A modo de ritual, la casa hecha con materiales orgánicos, es construida por sus propios habitantes. El saber de la construcción es popular, forma parte de un legado cultural, asi como cosechar o cuidar a los animales. Es mucho más que aprender una técnica, porque tiene que ver con un todo que es su propia cultura. Una cultura que no disocia patrimonio tangible del intangible porque ambos son correlativos. El conocimiento se aplica en un tramado de significaciones donde nada queda librado al azar y responde a una lógica de procedimientos de saber ancestral que se adquieren por el tan solo hecho de ser parte de esa comunidad, que otorga esa particular cosmovisión.
Es así como, una vez finalizada, quienes la construyeron atan con cintas rojas un huevo que pende desde el techo, en el interior de la casa, y lanzan flechas con la intención de romperlo. Las flechas se van clavando en el techo. En este acto se mata a la casa. Al ser una vivienda construida con elementos orgánicos, vivos, la casa es un ente con vida y deben matarlo para que no perjudique a sus futuros habitantes.
Esta cosmovisión entiende lo natural y lo cultural, lo tangible y lo intangible, como partes de la misma cosa. Entiende que su hábitat es su casa pero antes el mundo. La tierra es su principal patrimonio, y viven en comunión con ella, respetándola, cuidándola y sobre todo habitándola. Existe el uso y el consumo, claramente, pero no el abuso ni el consumismo.

Esta ponencia me dejó sacando varias conclusiones. Lo primero que sentí fue admiración y a la vez extrañamiento. Esta cultura de la que charlamos es acá, en nuestro mismo suelo argentino y nos parece tan distante como desconocida. Porque es sumamente diferente a nuestros usos y costumbres.
 La concepción de la casa, del hogar, que es quizá uno de los primeros patrimonios que reconocemos como propios, en la Puna Jujeña es mucho más que un espacio habitable para comer, dormir y estar. Es vida, y muerte, y está hecha por ellos mismos. ¿Cuántos de nosotros levantamos con nuestras manos nuestras casas?¿Cuánto sabemos de nuestra propia cultura desde un lugar de hacer y enseñar a hacer?.

Por otro lado, pensaba en la sustentabilidad de esta cultura, que deviene de esta comunión del hombre y la naturaleza muy alejada de las sociedades globalizadas.
El continuo avance de la ciencia fue muchas veces contradiciendo y ninguneando a las culturas nativas y aborígenes. ¿Cuantas veces leímos en nombre del desarrollo que los subdesarrollados eran precarizados por no tener tecnología, edificios, saberes científicos, y cuántas fueron las veces que pudimos razonar que el desarrollo no debe ser avasallar ni idéntico en cada comunidad?.
Requiere el esfuerzo de aprender que cada cultura responde a ciertas necesidades y que no se pueden comparar esperando las mismas soluciones ante parecidos conflictos. Cada comunidad tiene su propio tiempo-espacio, su propio saber y por ende su propio patrimonio. No todo puede responder a la misma lógica aunque así lo crea el capitalismo.
Una contradicción poco reconocida por esos estudiosos  es que en nombre de la ciencia y el progreso destruyeron el medio ambiente y saberes populares originarios, destruyendo patrimonio tangible natural y cultural e intangible como es la sabiduría ancestral, son hoy los que retoman el cuidado y el respeto por el medio, promoviendo una relación armoniosa entre uso y salvaguarda. Como si se intentara reparar – o peor, olvidar- todos estos largos años de destrucción retornando a las ideas originales de conservación de los bienes para las generaciones venideras.
¿Acaso alguien tendrá el valor de revalorizar las culturas que tanto tiempo se negaron y excluyeron por precarias y subdesarrolladas? . Ojalá que sí, porque es necesario. A modo de intentar cicatrizar tantas heridas que les causamos a los pueblos aborígenes, legitimar su saber, considerarnos aprendices de sus legados, reencausar los objetivos sociales y coexistir desde el respeto al ambiente y al vecino. Por qué también, de estas comunidades, debemos reconocer el sentido de comunidad que imparte sentido de pertenencia, reconocimiento y respeto al vecino. Vinculo, dialogo, trabajo en grupo, común unión e intercambios.
Claro, que no debemos caer en idealizar a las comunidades aborígenes o las comunidades pasadas, no hay que teatralizar ni banalizar lo que fue o es esencial. Pero si es justo reflexionar que las grandes potencias hoy piensan en transformar – aunque sea una parte-  de sus lógicas financieras en relación a economías sustentables, siendo estas formas las primitivas que ellos mismos se encargaron de borrar por precarias e insuficientes.

Es innegable el paso del tiempo y el cambio en materia sociocultural, política y económica. Volviendo al eje de las ciudades dinámicas y la revitalización de los patrimonios edilicios, es a mi entender, fundamental que ante las modificaciones de adaptación necesarias que sufren y viven las culturas, la revisión del pasado nos hace comprender el presente con la ventaja de poder vislumbrar los caminos posibles para el desarrollo sustentable del futuro, y en estos pensamientos es necesario rescatar la esencia de cada cultura, para que se trabaje y se viva en una comunidad que defienda y construya desde y con la misma misión y los mismos objetivos. Por ello el análisis de los patrimonios es necesario abordarlo desde lo regional, abarcar comunidades con sus correspondientes territorios, problematizar y desnaturalizar los conflictos que allí existan y plantear soluciones adecuadas. La clave para mantener el patrimonio es, más allá reconocerlo, sentirlo propio y útil. La utilidad será lo que lo haga trascender sin desaparecer, y esa trayectoria implica transformaciones necesarias que respondan a la actualización en tanto que pueda seguir manteniendo su esencia y cumplir su función determinada.


Para terminar, comparto una cita del libro “aprender a fluir” de Mihaly Csikszentmihalyi , donde figura “como un supuesto básico la idea de que si deseamos entender que significa realmente hoy “vivir”, debemos escuchar voces del pasado e integrar sus mensajes en el conocimiento que la ciencia está acumulando lentamente. Que no existe esperanza en el pasado, no se puede encontrar una solución en el presente ni sería una solución mejor saltar a un futuro imaginario. El único camino para averiguar en qué consiste esta vida  es el intento paciente y lento de dar sentido a las realidades del pasado  y a las posibilidades del futuro tal como pueden entenderse en el presente.”



Pintura de Adela Casdo


"una puerta giratoria, no mas que eso, es la historia" Jorge Drexler.


Pintura de Theo van Doesburg