viernes, 9 de septiembre de 2016

Conservación y Revitalización de Patrimonios Urbanos

El presente trabajo de investigación tiene como objetivo la lectura, interpretación e investigación sobre la Carta Internacional para la conservación de ciudades históricas y áreas urbanas históricas, (WASHINGTON 1987)



La carta de Washington refiere a los núcleos urbanos de carácter histórico, grandes o pequeños, comprende todo tipo de poblaciones (ciudades, villas, pueblos, etc.) y, más concretamente, los cascos, centros, barrios, barriadas, arrabales, u otras zonas que posean dicho carácter, con su entorno natural o hecho por el hombre.
 Más allá de su utilidad como documentos históricos, los referidos núcleos son expresión de los valores de las civilizaciones urbanas tradicionales. Actualmente se hallan amenazados por la degradación, el deterioro y, a veces, por la destrucción provocada por una forma de desarrollo urbano surgida de la era industrial que afecta a todas las sociedades.

El objetivo del documento  es definir los principios, objetivos, métodos e instrumentos de actuación apropiados para conservar la calidad de las poblaciones y áreas urbanas históricas y favorecer la armonía entre la vida individual y colectiva en las mismas, perpetuando el conjunto de los bienes que, por modestos que sean, constituyen la memoria de la humanidad.

Sus objetivos se basan en la conservación de los espacios urbanos históricos en relación a una eficacia dada por la integración coherente al desarrollo socio-económico actual del contexto, y también al planeamiento territorial y urbanístico.
Lo que se intenta conservar está ligado a los valores de carácter histórico de la población o del área urbana incluyendo elementos materiales y espirituales que determinan su imagen.
Para lograr el objetivo se propone la participación y el compromiso de los habitantes como factor determinante, ya que a ellos concierne la conservación. Las intervenciones en las poblaciones y áreas urbanas históricas deben realizarse con prudencia, método y rigor, evitando dogmatismos y atendiendo a la particularidad de cada caso.
El plan de conservación debe comprender un análisis de datos, particularmente arqueológicos, históricos, arquitectónicos, técnicos, sociológicos y económicos, realizados por estudios multidisciplinares, para poder definir la principal orientación y modalidad de las acciones que han de llevarse a cabo en el plano jurídico, administrativo y financiero. Su intención final es lograr una relación armónica entre el área urbana histórica y el conjunto de la población.
Y como ya se dijo que la población es un factor determinante, el plan para ser aplicado debe contar con la adhesión de los habitantes.
Esta carta tiene como antecedentes y complementos, la carta de Venecia de 1964 y la de Nairobi en 1976.
La primera es la Carta Internacional sobre la
Conservación y la Restauración de Monumentos y de Conjuntos Histórico-Artísticos, que tiene como fin conservar y revelar los valores estéticos e históricos del monumento y se fundamenta en el respeto a la esencia antigua y a los documentos auténticos.
Mientras que la segunda es la
Recomendación relativa a la Salvaguardia de los Conjuntos Históricos o Tradicionales y su Función en la Vida Contemporánea, que considera que los conjuntos históricos forman parte del medio cotidiano de los seres humanos en todos los países, que constituyen la presencia viva del pasado que los ha plasmado y que garantizan al marco de vida la variedad necesaria para responder a la diversidad de la sociedad y que, por ello mismo, adquieren una dimensión y un valor humano suplementarios, y por ende propone la activa de protección y reanimación de los conjuntos históricos y de su medio, en el marco de la planificación nacional, regional o local.
A partir de la bibliografía consultada y de la asistencia a las VII Jornadas Internacionales de Experiencias de Revitalización de Cascos Históricos (septiembre de 2015) y las III Jornadas Latinoamericanas de Patrimonio y Desarrollo (abril 2016) planteo la siguiente reflexión acerca de la importancia de la revitalización de los espacios históricos que se ubican dentro de las urbanizaciones actuales.

Como principal disparador ante las temáticas de conservación y restauración de ciudades y áreas históricas, es a qué espacios podemos definir bajo estos conceptos, cual es el patrimonio que se debe conservar.
En primer instancia para ello hay que entender a la ciudad y a las construcciones urbanas como artefactos culturales construidos por las personas que la habitan. Son el escenario de la innovación en lo establecido. Son el espacio de vitalidad, de inversión social y económica. Y dentro de ellas, los Cascos Históricos conforman el área donde se condensa su memoria.
Las ciudades son dinámicas, a lo largo de la historia crecen y cambian su economía según el contexto y por ello cabe el análisis de la conservación de determinados usos, costumbres, edificios, monumentos, etc.

El espacio urbano es un proceso, evoluciona con acciones constructivas y destructivas, que generan valor físico (territorial) y valor socio-cultural, con sus propios significantes. Todo lo que sucede en un tiempo y un espacio determinado converge en este proceso.

Los espacios urbanos históricos son espacios con alto significado institucional, patrimonial, arquitectónico, social, arqueológico y claramente histórico. Constituyen una unidad cultural y urbanística que ante el desarrollo continuo permanecen con cierto carácter singular dentro de las ciudades.
Al estar inmersos en la vorágine diaria de las ciudades modernas el deterioro trasciende los factores habituales, excediendo la contaminación, flujo de peatones, abultada cantidad de tránsito vehicular, modificaciones edilicias cercanas, cambios climáticos, el impacto de las múltiples actividades que se desarrollan en su proximidad, por lo que se ve amenazada su sustentabilidad, debiendo depender de políticas y planes de Conservación y Revitalización.

Actualmente este patrimonio esta atacado por la multiculturalidad y la pluriculturalidad, entre nuevos valores entramados en un campo de poder, al punto que el valor puede ser discutible pero el significado no.
Al ser el patrimonio urbano el desarrollo propio de una comunidad, manifiesta una memoria colectiva, constituye una historia fundamental para proyectar las metas del futuro.

Resulta fundamental para abordar la cuestión la concepción de nuevos enfoques de gestión, de replantearse el patrimonio y establecer una relación dinámica y activa con la historia que nos rodea.
El Director General del Casco Histórico de Buenos Aires, invita a pensar el patrimonio como una anomalía del capitalismo, ya que es una pieza/Espacio que no se actualizó en relación a la modernidad, y su carácter principal debe radicar en saber qué y para qué está ese patrimonio ahí, sin dejar de tener en cuenta la ampliación de derechos ciudadanos y el mantenimiento de la historia, de la identidad de los pueblos.
Teniendo en cuenta que el patrimonio arquitectónico y monumental de los espacios urbanos está constantemente habitado y transitado, es necesario volver sobre el cuestionamiento de “qué y para qué”.
El entorno urbano es percibido y valorado por las personas que lo habitan y usan, tiene un valor morfológico, antropológico, cultural, territorial, que supera la mirada meramente arquitectónica. Es decir que debemos abarcar el tema de una manera compleja, interdisciplinaria, y sobre todo estratégica.
Como dice en sus objetivos metodológicos la Carta de Washington (y sus antecedentes) es fundamental el rol que toman los actores que intervienen en el contexto inmediato de las zonas a conservar. Es la comunidad actual la que debe interpelarse ante el patrimonio, pero claro, primeramente debe reconocerlo como tal.
Es necesario que se conserve la arquitectura pero más importante aún es que se conserve el valor simbólico que genera el sentido de pertenencia, la identificación y legitimación del patrimonio en cuestión, porque solo así podrá mantenerse, mediante el compromiso y el respeto ciudadano que encuentran en él un arquetipo de su propia historia.
Por lo que podemos deducir que la cuestión de la conservación está estrechamente ligada a la educación. Inculcar valores identitarios de reconocimiento ante determinados símbolos (Edificios, barrios, ciudades) es prácticamente un legado socio-cultural que debe trabajarse desde la propia comunidad.
Aprender la historia de nuestro espacio implica también vivirla, habitar esos espacios, reconceptualizarlos, vincularse con lo histórico implica desnaturalizarlo, conocerlo y así entonces poder conservarlo desde la conciencia del relato que trasciende y atraviesa la vida de cada comunidad.
Es fundamental que el ciudadano se sienta identificado para sentirse comprometido y de esa manera convertirse en un actor activo para la conservación, restauración y la revitalización del patrimonio (tanto material como inmaterial) .
Esto debe motivarse, además de la educación, desde políticas gubernamentales, que generen espacios de participación ciudadana y, porque no, que puedan valerse de planes de gestión mixtos que incluyan el aporte económico de sectores privados, ya que el conjunto de arquitectura y monumentos históricos concentrados en un espacio conforman un recurso turístico.

Vivir, revitalizar, habitar un espacio histórico es parte de retomar la identidad, desarrollar cierta sensibilidad y reconocer el dato de historia y simbología. Por lo que tanto el ciudadano local como el turista deben tener un paso consciente, para que no deba convertirse en un espacio-museo, porque es ahí donde empieza a ser un objeto ajeno integrado a un circuito urbano, deben estar siempre incluidos en la concepción de ciudad que se habita cotidianamente.

Cuando en las III Jornadas de Desarrollo y Patrimonio se planteaban los casos de espacios urbanos históricos se lo hacía desde una “nueva” concepción del desarrollo, que implica un accionar sustentable y sostenido.
Las ciudades son el marco de todos estos patrimonios, y deben ser el hilo conductor de la historia de los centros urbanos en la edad contemporánea. Hay que tomarse el tiempo de hacer el ejercicio de redescubrir, retomar y encontrar los valores particulares de cada una.
Y estamos en un momento en que debemos encausar el rumbo de la superpoblación de los micro-centros que contienen cascos históricos. La sostenibilidad se logra con recursos sustentables, con la peatonalización y brindando las herramientas necesarias de seguridad e instrucción. Hay que analizar cuál es el punto medio de urbanización moderna por sobre el casco histórico teniendo en cuenta aristas como la abundante comunicación visual en la vía pública, el cableado, la luminaria, los vendedores ambulantes, la organización vial, la señalética, los colores de pintura de la fachada, para que pueda coexistir la identidad histórica y sus nuevas manifestaciones. Es importante que exista el diálogo entre la tradición y las nuevas formas.

La cuestión que debe vincular a la Gestión Cultural con el sector turístico necesariamente tiene que partir de bases sustentables, con transito moderado, para mantener la integridad pero a la vez pudiendo ser usado, compartido, vivido.
Trabajando sobre ejes de rescate de memoria, planificación urbana (modificación en altura de edificación y protección), educación patrimonial (en escuelas, concientización) y acciones de sensibilización (para el habitante y para el turista), acciones de comunicación para fomentar el conocimiento y la valorización, y la generación de un turismo local acorde para el mismo pueblo. Apoyado  en la legislación patrimonial, con mecanismos de financiamiento estatal y/o privado; y ocupándose desde unidades profesionales interdisciplinarias de trabajo.

Retomar la Carta de Washington es fundamental para el desarrollo urbano y turístico de una comunidad. Debe ser considerada la herramienta principal para guiar los lineamientos de planificación de las políticas culturales y acciones que interpelen a los espacios urbanos, sentando las bases de proyectos sustentables y sostenibles en el tiempo, es decir que no dependa de los gobiernos que ejerzan, y si estando en revisión según los cambios eventuales lo requieran.



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