domingo, 3 de enero de 2016

Muñecos de Fin de Año, tradición platense

Los últimos días de Diciembre volví a leer Farenheit 451, de Ray Bradbury, "era un placer quemar", y todas las hazañas con el fuego me hicieron pensar en lo increíble de este fenómeno natural, y preguntarme lo que el mismo autor me contestó, citando textual: "¿Qué hay en el fuego que lo hace tan atractivo? No importa la edad que tengamos, ¿que nos atrae hacia él?- Beatty apagó de un soplo la llama y volvió a encenderla-. Es el movimiento continuo, lo que el hombre quiso inventar, pero nunca lo consiguió. O el movimiento casi continuo. Si se la dejara arder, lo haría durante toda nuestra vida. ¿Qué es el fuego? Un misterio. Pero en realidad no lo saben. Su verdadera belleza es que destruye responsabilidad y consecuencias. Si un problema se hace excesivamente pesado, al fuego con él".

Termine de leer el libro para cuando en la ciudad de La Plata se empezaban a ver los primeros esqueletos de los Muñecos de Fin de Año.

En la ciudad hay una antigua tradición que tiene directa relación con un ritual latino y la noche del  “año viejo”. Cada 31 de diciembre a la media noche los vecinos o familias quemaban un momo relleno de paja o madera, representando con la incineración y el fuego la supresión de lo pasado, una regeneración de las energías y el tiempo, la transición y con ella abolir lo viejo y dar lugar a lo nuevo y a la purificación.

Se dice que en La Plata esta costumbre comenzó en el bar de Don Tortora, en 1956, cuando en homenaje a un jugador de Cambaceres se quemó un muñeco en la esquina de 10 y 40.
Desde entonces se empezó a contagiar entre los ciudadanos las ganas de hacer y quemar sus propios muñecos, convirtiéndose en una tradición de cada barrio. Con el tiempo se fueron perfeccionando y haciendo más creativos, también aumentó el uso de la pirotecnia para el relleno de los mismos.

El crecimiento fue tal que la Municipalidad comenzó a regular la actividad, para realizar un muñeco hay que registrarlo en oficinas del municipio, y los que están en esa lista participan por concursos para elegir al mejor.

El ritual de los muñecos tiene particularidades, se comienzan a realizar a partir de los días cercanos a la Navidad, y están listos para la noche del 31, algunos siguen cumpliendo con la quema a las 00hs, pero la mayoría –para dar más lugar al brindis familiar- convocan a los vecinos a partir de la una de la madrugada.
Los muñecos suelen constar con una estructura de hierro y alambres soldados que forman el esqueleto y que se cubre con papel y engrudo y luego se pinta. Los fondos para hacerlos los aportan los mismos vecinos del barrio y es tradición también que al pasar por cada muñeco en construcción se pare a los autos o peatones para pedir colaboraciones.

Otra tradición dentro de esta costumbre es la del recorrido por la ciudad el mismo 31 para ver como quedaron.

Este fin de año en la ciudad hubo anotados  en el Municipio 120 muñecos, claramente más de uno por barrio, y aunque no salí a hacer el típico recorrido como cuando era más niña, visité solo algunos y me adelanté a elegir el que para mí sería el ganador.
(También lo hice pensando en esta nota)

Selvática, el eslabón perdido está construido en la calle 77 entre 13 y 14, y es mucho más que un muñeco, son 33 piezas hechas por separado, montadas en una escenografía, creando un ambiente mágico. Puede atravesarse, tiene agua, arena, y un realismo que cautiva. Esta realizado por el Grupo Artístico Autodidacta Muñequero (GAAM Drako), que cuenta con una tradicionalista trayectoria en la creación de muñecos de fin de año.
Gente de todos los barrios se acercaba a verlo, transitarlo y sacarse una foto. No había quién no se vaya asombrado.
Con un mensaje de concientización sobre el cuidado de la naturaleza, esta escena montada en el medio de las calles hacía que las casas parezcan diminutas, y por ser una verdadera obra de arte ganó el primer premio elegido por la gente y por los medios de comunicación que organizan el concurso.



                                                   




     

Creo que esta costumbre trasciende el hecho de crear un muñeco de un personaje del año o de crear algo nuevo, es más que el intento de superar la construcción anterior, esta forma de arte efímera se justifica en el hecho de compartir con los vecinos. 
Es un hecho cultural que indiscutidamente crea y es creador a la vez de identidades. Formar parte del equipo que realiza un muñeco implica un fuerte sentido de pertenencia a un barrio, a unas cuadras, hace perdurar la idea de “los amigos del barrio”, y el clima caluroso ayuda para que las calles de la ciudad se pueblen hasta altas horas de la madrugada, siendo el momento preferido para ponerse a trabajar entre alambres y cartones. Los chicos ya de vacaciones pasan los primeros días del verano construyendo su muñeco, poniendo tanto esfuerzo en lo que luego arde en llamas efímeramente; días enteros de dedicación acaban en un show de fuego que no dura más de 5 minutos. Es una metáfora. El tiempo se quema a la vez que el fuego enciende, como si se tratara de dar muerte a la vez que se regenera la vida.

Fahrenheit 451 es la temperatura a la que se quema el papel, y es el papel una de las principales materias primas de los muñecos. Pero es más que papel, alambre y pirotecnia lo que arde entre el 31 de Diciembre y el 1° de Enero.
Las esquinas o ramblas son escenarios, los muñecos – algunos gigantes de hasta 7 metros de altura – invitan, llaman, convocando a un grupo de conocidos y desconocidos a compartir ese momento. Todos reunidos alrededor del fuego, intentando quemar el pasado e incendiando realmente el trabajo de tantos días, viendo arder para encender el año entrante.


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