Pensando sobre el consumo de indumentaria y accesorios, me llamó la atención una tendencia, que si bien está desde hace rato ahora parece acentuarse más: “el gusto por la otra cultura”, consumir lo “otro” para tener algo “único”, como si la innovación sería simplemente buscar lo diferente y en ello caer en lo ajeno.
Hace
un tiempo trascendió por varios medios y sobre todo por Facebook la noticia de
que una diseñadora francesa había plagiado y patentado como propios, los diseños
textiles de una comunidad aborigen.
Hoy
investigué un poco del caso.
Resulta
que Isabel Marant se vió tan atraída
por el diseño de una comunidad mexicana que lo imitó en su totalidad en su
colección de primavera-verano Étoile
(“estrella”).
El plagio fue del bordado particular que tienen las blusas de las mujeres de la comunidad Mixe de Santa María Tlahuitoltepec. Y fueron integrantes de la misma quienes realizaron la denuncia, lo que causó que claramente se saque de la venta el producto hasta resolver el caso.
El plagio fue del bordado particular que tienen las blusas de las mujeres de la comunidad Mixe de Santa María Tlahuitoltepec. Y fueron integrantes de la misma quienes realizaron la denuncia, lo que causó que claramente se saque de la venta el producto hasta resolver el caso.
Como detalle: la
francesa las vendía mucho más caro que lo que costaban las originales. La gente
la pagaba igual, quizá por desconocimiento o quizá por el valor agregado de la
vidriera, la etiqueta, y la connotación de la moda en opuesto al valor
simbólico, identitario y cultural propio del origen de la prenda.
El actual presidente
de Tlahuitoltepec, Erasmo Hernández González, explicó tras la denuncia
realizada que la comunidad tiene su propio tiempo y espacio, las figuras
apropiadas por la diseñadora – en un acto de apropiación del patrimonio
cultural ajeno- son un forma particular que tienen ellos de comunicarse con el
mundo, desde lo más profundo de sus creencias y su identidad colectiva.
Lo más irónico es que
la comunidad, supuestamente, se enteró del plagio por una carta documento que
les llegó exigiendo regalías por usar sus propias prendas patentadas por una
extraña, y lo insólito es que esta diseñadora no es la primera vez que tiene
problemas de este tipo. Tampoco es la primera vez que un diseñador de moda se
apropia de la simbología, estética o diseño de una comunidad aborigen.
Y aunque pueda llegar
a empezar un debate es muy clara la diferencia entre inspirarse y plagiar,
sobre todo si se habla de respeto.
Pero en la vida
consumista de los diseñadores de moda, aparentemente (valga la redundancia)
todo vale para vender.
Hay
un concepto de moda “hippie chic” que, sobre todo en la época primavera-verano
se hace presente en las pasarelas, en los looks de las celebridades y llega a
los locales de ropa de las grandes ciudades. Este estilo busca asemejarse a la
onda de los años 60 y principios de los 70, intentando representar un look bohemio y
femenino. Flecos, bordados, túnicas, accesorios con flores, el pelo largo, las
trenzas, pantalones Oxford, vestidos y faldas largas, carteras de cuero,
mochilas con telas de aguayo, son algunas de las prendas que recupera esta
tendencia, que lejos está del “amor y paz” que enarbolaba esa época y se guía
solo por las modas del consumismo. Y este estilo ahora se inclina más por las
piezas artesanales de origen aborigen, la
estética nativa atrae, y los bordados, los tejidos y las telas típicas de
las pequeñas y olvidadas comunidades cobran un valor más allá de lo simbólico. Lo que socialmente quedaba marginado se
integra en una ola de consumo que marca tendencia.
estilo HippieChic |
Por
Instagram llegué a conocer lo que
primero pensé que era una marca y resultó ser una empresa. Hiptípico, es un
emprendimiento de un grupo de mujeres europeas, encabezado por Alyssa McGarry,
quien estudió Desarrollo Económico y tras haber recorrido varios países, eligió
Guatemala para desarrollar su proyecto.
La idea de Hiptipico es introducir los productos de los artesanos locales al mercado global, de manera de poder ampliar sus ingresos y formar cooperativas de empleo permanente.
Desde
su página web explican “Hiptipico se
esfuerza por encontrar los artículos más de alta calidad y ofrecer a un precio
razonable para el consumidor al tiempo que proporciona un ingreso estable para
las empresas locales y sus familias. Trabajando directamente con múltiples
proveedores, cooperativas, y las familias en Guatemala, cultivando relaciones y
proporcionando ingresos adicionales a la economía local. La marca fomenta un
ambiente para los consumidores socialmente responsables que buscan una
alternativa a los diseños producidos en masa y copiados. Cada elemento
Hiptipico es 100 % auténtico y es producido éticamente”.
También
aclaran como se realiza la compra del producto y sus respectivas ganancias. “Hiptipico
trabaja con ciertos artesanos de alta necesidad que reciben el 100% de las
ganancias de sus artículos hechos a mano”, y garantizan puestos de trabajo al contratar
empleados mayas locales para ayudar con las operaciones diarias y contrata
modelos mayas locales para campañas de marketing.
algunos productos que comercializa Hiptipico |
Los
artesanos de los pueblos nativos mantienen sus creencias, su cultura y su
cosmovisión, cada labor es una herencia, en cada artesanía, en cada obra de
arte y en cada manifestación cultural se expresa su patrimonio y su identidad.
A la vez que las artesanías son una fuente de ingreso económico, sobre todo
para cuando son visitados por turistas.
La
oportunidad de un futuro próspero con ganancias incrementadas ampliamente es
tentadora, pero en cierto punto dejan de ser artesanos nativos para ser
costureros en serie, para caer en la lógica de producir lo que se vende, al
ritmo que exige el consumo. El consumo
de estas piezas esta guiado por una página de internet que maneja una europea y
hace llegar el bien cultural – convertido en mero objeto de consumo- a
cualquier persona que lo haya comprado online.
Me
pregunto, si más allá de la moda que da lugar a esta estética tan particular,
los compradores se enterarán qué significado tiene esa guarda, ese bordado,
esos colores. En la página te cuentan brevemente a que se dedica cada artesana
o familia que contribuye al negocio, aunque no se muestra la mejora en las
mismas por participar del proyecto.
Lo
bueno de Hiptípico es que reconoce el trabajo artesanal y que genera ingresos
para los trabajadores, pero ¿no se
corrompe la cultura artesanal exponiéndola a las reglas del mercado global? Lo esencial de un producto cultural
–comprado directamente y en el lugar del artesano- es el valor agregado que se
adjudica por su particularidad, simbología, confección y autenticidad, y esto
mismo ¿no se pierde en cuanto es parte
de un consumo tendencial? No es válido que lo comercialice alguien ajeno a
la cultura, pero ¿es aceptado cuando los artesanos están de acuerdo en su
comercialización masiva? ¿Es una cuestión de quién se queda con las ganancias
nada más?
Todo
merece una profunda reflexión, en la que caben las subjetividades y el análisis
particular de cada caso, hasta en lo que parece más superficial como la moda, y
al fin de cuentas ¿Cuánto sabemos realmente
del origen y sentido de los productos que consumimos?
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