El presente trabajo fue presentado para la aprobación de la materia Estado y Sociedad, de la Tecnicatura Superior en Gestión Cultural.
Realizado de manera conjunta con la artista plástica Belén Carzolio
Realizado de manera conjunta con la artista plástica Belén Carzolio
La relación Cultura-Estado-Sociedad desde los 90 hasta hoy en Argentina
Considerando la historia como un proceso dinámico, motorizado por
distintas fuerzas (una dominante y otra dominada) que entran en conflicto, en
el siguiente trabajo nos proponemos, analizar el proceso socio-cultural que ha
atravesado la Argentina desde los años 90 hasta la actualidad. En qué medida
las políticas estatales afectaron las estructuras socio-culturales y cómo las
mismas lograron abrirse caminos buscando alternativas de resistencia, que
terminaron produciendo un vuelco del Estado en favor de las expresiones
populares, para poder sostener las instituciones.
Según palabras de Ana
Wortman, durante la década del 90 se pudo observar una pérdida de entidades
colectivas fuertes, sobre todo en la política y en el mundo del trabajo. Este
fenómeno se vio acompañado de la emergencia de nuevos universos simbólicos y
nuevos modos de forjar las trayectorias sociales. Se estableció un imaginario
social donde la individualidad y la flexibilidad de adaptarse a nuevos
escenarios sin profundizar demasiado, así como el éxito económico se
convirtieron en pilares culturales dominantes.
El neoliberalismo no captó los intereses
culturales de los grupos subalternos, ni de los intereses de la cultura de
masas. Las políticas implementadas durante el menemismo, como la dolarización y
la privatización de empresas estatales, fueron respaldadas por políticas
culturales que fomentaban la globalización y el intercambio desigual con otras
culturas. Se impone una cultura de consumo abierta a nuevas formas, que
intentan fusionarse con la autóctona. Cabe señalar que históricamente, la
Argentina, ha sido una tierra cosmopolita, cuya cultura es tan amplia como
diversa a lo largo y ancho del territorio. Sin embargo, la característica
principal de los 90 fue la adquisición de costumbres y formas de comportamiento
de culturas hegemónicas de los países del llamado primer mundo de manera acrítica
e irreflexiva, por gran cantidad de la población, en especial las clases
medias, a través de la influencia de los medios masivos de comunicación. El
auge de la televisión por cable abrió el abanico a grandes cadenas
internacionales que presentaron sus programaciones disponibles las 24 hs. del
día. La cultura hegemónica se colaba en la vida cotidiana sin esfuerzo, desde
el sillón de los hogares argentinos.
Por otro lado, es notable el abandono
de escuelas públicas por parte de los gobiernos de los 90, sumado a las
privatizaciones, que dejaban varios trabajadores sin empleo. Es así que se
puede ver un quiebre en la identidad Argentina por el cambio de su dinámica
cultural al recibir tantos golpes. Escuelas deficientes, desempleo y gran
consumo de productos extranjeros empiezan a ser los ingredientes de la nueva
cultura, que indudablemente el mismo gobierno fomenta con su “no accionar”.
En este nuevo entramado social, se
reorganizan las clases sociales, con lo que llamamos “nuevos pobres”,
constituidos por una antigua clase media empobrecida y venida a menos; y en
contraposición, una nueva clase media, aburguesada, con nuevas formas de
consumo, que se erigen como modelo cultural hacia el resto de la sociedad.
El neoliberalismo abre las puertas del
país a cualquier tipo de producto extranjero, pero el perfil que se mantiene en
las clases altas de la sociedad sigue persiguiendo la tendencia norteamericana
sin abandonar la dependencia a las grandes potencias europeas. El valor de la
cultura sigue siendo para un vasto grupo social, un concepto relacionado a lo
estético ordenado con los valores clásicos (asociados a las antiguas burguesías
del s.XIX).
En Argentina, el acceso a los bienes
culturales constituye la formación ciudadana, que recíprocamente define a las
distintas clases sociales y se define en ellas.
A fines de los 90, algunos sectores
sociales comenzaron a identificarse con el imaginario cultural de resistencia y
con mayor visibilidad a partir de la crisis financiera del 2001, que puso
de relieve el fracaso de las políticas de convertibilidad. Para contrarrestar
la fuga de capitales, el ministro de economía Domingo Felipe Cavallo introdujo
restricciones a la extracción de depósitos cambiarios. El llamado “Corralito”
produjo indignación en las clases medias que perdieron sus ahorros y tuvieron
que empezar de nuevo, generando también una gran crisis política e
institucional. La reacción popular fue masiva, y el 19 y 20 de diciembre de ese
año, la gente salió a las calles en protestas multitudinarias, entre saqueos y
cacerolazos, se decretó el estado de sitio y el presidente Fernando De la Rúa
renunció a su cargo.
En este contexto, comienzan a surgir
pequeños movimientos sociales que poco a poco adquieren mayor visibilidad,
cooperativas de trabajo, asociaciones civiles, y agentes de cultura
comunitaria, que se constituyen como nuevos espacios de participación social
autogestionada. Éstos promueven diferentes estrategias que refuerzan el vínculo
social y buscan revalorizar el capital cultural acumulado.
La sociedad organizada empieza a ocupar
el espacio público, a través de nuevas y novedosas prácticas culturales. Wortman,
define a la forma de organización de estos nuevos centros como empresas
sociales, ya que se trata de organizaciones horizontales, sin jerarquías, que
muchas veces funcionan como cooperativas de trabajo.
Podemos observar que si el paradigma de
los 90 era el individualismo y la acumulación de capital, en los años
posteriores a la crisis este da un giro hacia la cooperación para salir
adelante, la solidaridad y el trabajo en equipo. Es decir que, muchas
veces, ante los problemas económicos que enfrenta una nación, los
capitales culturales se resignifican y abren nuevas soluciones para enfrentar
la crisis.Es notable como la cultura argentina siempre estuvo permeada por la
politica, a la vez que la politica siempre penetra en la cultura determinando
sus formas.
También surge, a través de la
experiencia colectiva, el intercambio cultural. Las agrupaciones barriales,
invitan a la participación de diferentes sectores sociales, y se encuentran
también con el arribo a los centros urbanos de personas del interior del país y
de países limítrofes a la búsqueda de una mejor calidad de vida en la ciudad.
Estos nuevos fenómenos, se podrían
corresponder con el concepto de fuerzas instituyentes de Pierre Bourdieu, ya
que intentan romper con estructuras de la tradición dominante. Los
acontecimientos socio-históricos hacen que los habitus de la clase media entren
en crisis, ya que los actos y pensamientos que antes los identificaban
comienzan a desmoronarse. Es así que estas nuevas fuerzas entrarán en conflicto
con las institucionalizadas, que pretenden preservar el campo de poder.
Cora Escolar, define al poder legítimo
como el que le corresponde a una forma de organización económico-social
dominante, que establece la organización de la realidad social, y es en sí
misma una organización de relaciones de poder, ya que distribuye la
organización jerárquicamente. Este grupo dominante - en este caso el grupo
dirigente del Neoliberalismo y las clases altas - comprende lo instituido, ya
que la institución permite la identificación de sus miembros con ciertos
objetivos o metas - en este caso el interés económico por sobre el interés
social -, y este mecanismo oculta en sí mismo una distribución desigual del
poder.
Para que una fuerza o poder sea institución, debe ser legitimada por el resto de la sociedad. Se trata de un reconocimiento que se establece entre las dos partes que no tiene que ver con estar de acuerdo, la institución no es un ente aparte, tiene relación con lo social, de hecho lo social lo define, lo constituye.
Para que una fuerza o poder sea institución, debe ser legitimada por el resto de la sociedad. Se trata de un reconocimiento que se establece entre las dos partes que no tiene que ver con estar de acuerdo, la institución no es un ente aparte, tiene relación con lo social, de hecho lo social lo define, lo constituye.
En esta instancia representa lo
instituyente la creciente organización social, la resignificación de la cultura
y el resultado híbrido de los múltiples productos y consumos culturales que
mezclan lo nacional y lo extranjero.
Lo instituyente surge a partir de lo
instituido, ya que donde hay poder (desigual) hay resistencia. En este momento
histórico de la sociedad argentina, la fuerza instituyente es aquella que
alcanza un poder organizativo que le permite modificar lo instituido, a través
de varios procesos sociales, aunque sin estar instituida.
La cultura esta en
constante movimiento, se redefine en relación a los aspectos políticos,
económicos y sociales de cada época. A partir de los 90 y hasta comienzos del
2000, las clases medias bajas y las clases bajas van a generar una nueva
tendencia que tiene que ver con la creación de una identidad propia, colectivos
de artistas y/o trabajadores en busca de un objetivo común, en contraposición a
lo instituido y sus bases de desempleo y desintegración social. Sin embargo, la
clase media alta emergente encuentra su máxima expresión de cultura en viajes
al exterior y un estilo de vida de opulencia guiado por tendencias
norteamericanas (por ejemplo viajes a disney, o compra de productos extranjeros
- gracias a la devaluación de la moneda, y la política del “uno a uno”).
Respecto al Estado, representado en la
forma institucional de los gobiernos de turno, identificados con el
Neoliberalismo, notablemente se puede ver una tendencia economicista en favor
del intercambio y el enriquecimiento de la clase dominante a costa del
vaciamiento de las instituciones nacionales (empresas, escuelas, y hasta
la identidad y cultura misma).
En los años recientes, podemos ver que
estos espacios culturales nacidos desde el interior de la sociedad han logrado
mantenerse y posicionarse como pilares de la escena cultural argentina. Son el
ejemplo de una cultura popular viva, que respira, que avanza, que se
resignifica, en contraste con muchas instituciones culturales estatales que
parecen depósitos de obras de arte muertas.
Muchas veces notamos que, el Estado,
viendo la gran repercusión que tienen estos nuevos centros culturales
autogestionados, intenta involucrarse en los mismos a través de subsidios o
ayudas económicas. Si bien es importante que las instituciones públicas
apoyen y fomenten las actividades culturales, nos cuestionamos si al intervenir
en proyectos que nacieron como propuestas independientes desde el seno de la
comunidad, no están en realidad intentando institucionalizar un fenómeno que
surge originalmente como una alternativa a lo instituido.
Considerando evidente la imposibilidad
de gobernar en nombre de una sola clase, el Estado tiene la necesidad de
incorporar intereses de clases subalternas, como también intereses interclasistas,
nacionales e internacionales.
Las clases subalternas, en este caso
referidas a los espacios autogestivos de la cultura, ejercen formas de lucha
que han penetrado los aparatos estatales.
Desde Gramsci, podemos hacer una
lectura del consenso, en relación a que determinado grupo social logra
articular bajo su dirección a otros grupos sociales mediante la construcción de
la voluntad colectiva, en la cual se traducen sus intereses corporativos (un
poco sacrificados) en intereses universales. Dentro del terreno de las
representaciones simbólicas, es donde actúa la ideología, pero el símbolo esta
presente en cualquier espacio social (comunicaciones, vestimenta, usos y
costumbres, etc).
El poder hegemónico se logra cuando los
intereses de los grupos subalternos pueden ser naturalizados, evitando el
desarrollo de sus reivindicaciones específicas (transformismo) o bien, ser
articulados, promoviendo su total expansión hasta la solución final de las
contradicciones que expresan.
En una sociedad de clases, la acción
hegemónica está limitada por los intereses históricos de las clases dominantes.
En el caso particular de la historia argentina, podemos dilucidar, que los
intereses de las clases dominantes siempre estuvieron lejos de ser la
representación de la mayoría popular, aunque se crea lo contrario a grandes
rasgos. Proponer, por ejemplo, una fecha patria para la realización de un
acto de masiva convocatoria en una plaza o en una calle particular, no está
respondiendo a la necesidad del pueblo de venerar esa fecha con datos
históricos y orgullo, sino que responde a la misma campaña política de
(auto)legitimar sus decisiones y convocar gente (dejando de lado el día
festivo), con el fin de que haya un mensaje de unidad popular. Un artista de
renombre, en un escenario inmenso cortando una calle, no une a la masa, solo la
junta. En el cotidiano social la fragmentación sigue existiendo así como
seguirá existiendo la lucha por la hegemonía.
Esta lucha se manifiesta -en el
interior de las instituciones- como la lucha de lo instituyente (la
negatividad) frente a lo instituido. En lo instituyente se inscriben todas las
luchas de aquellos grupos que pugnan por ganar espacios en el terreno político,
y que para ello, adoptan formas organizacionales visibles hasta convertirse en
fuerzas sociales, es su enfrentamiento a lo instituido, al orden social
imperante.
En estos actos políticos que nombramos,
se enarbola una representación de la cultura que intenta igualar la
identificación popular en general con un artista nacional muy conocido. El
gasto que se realiza en cuanto a lo financiero es bastante alto y de la fecha
en si no se rescata la esencia. Si el interés de los grupos hegemónicos fuera
el de representar la cultura popular, se deberían tener en cuenta entonces
todos los centros y proyectos culturales de cada sector de la sociedad, que
cotidianamente construye el imaginario social, representa la cultura de los
barrios o pueblos y son gestantes de artistas y cultura (símbolos,
identificaciones, trabajo, hábitos).
Cuando establecemos el recorrido de los
90 hasta la actualidad, vemos una institución (Estado) que regía sus normas a
través de políticas económicas sin reparar en otros aspectos importantes para
el país, por lo que las clases más bajas no encontraron identificación ni
amparo y se constituyeron como las fuerzas instituyentes en busca de poder
suplir las carencias estatales.
En la actualidad, nos encontramos con las mismas fuerzas instituyentes, que son los grupos subalternos o minorías, creadoras de su propia identidad y simbolismos, gestantes de cultura, que cuentan con la experiencia de otros proyectos similares que se vienen dando desde los 90 hasta el día de hoy. Puede verse el crecimiento y la estabilidad de la fuerza instituyente, ya que sigue existiendo la misma demanda cultural, que el Estado no suple, y ante esta necesidad y con la posibilidad de realizarlo, los diferentes grupos crean sus propios medios para alcanzar las metas deseadas. Esta fuerza instituyente es la creadora de espacios para que circule la nueva cultura, y su crecimiento se debe a la postura al respecto de la fuerza de lo instituido.
En la actualidad, nos encontramos con las mismas fuerzas instituyentes, que son los grupos subalternos o minorías, creadoras de su propia identidad y simbolismos, gestantes de cultura, que cuentan con la experiencia de otros proyectos similares que se vienen dando desde los 90 hasta el día de hoy. Puede verse el crecimiento y la estabilidad de la fuerza instituyente, ya que sigue existiendo la misma demanda cultural, que el Estado no suple, y ante esta necesidad y con la posibilidad de realizarlo, los diferentes grupos crean sus propios medios para alcanzar las metas deseadas. Esta fuerza instituyente es la creadora de espacios para que circule la nueva cultura, y su crecimiento se debe a la postura al respecto de la fuerza de lo instituido.
Lo instituido creó conceptos de cultura
popular, asociados a determinados cánones, a determinadas formas que hacen
creer que algo masivo es popular en cuanto pueda verse representado, por
ejemplo como sosteníamos antes, en un acto en una plaza. Pero lo instituyente
es popular, es masivo, y su crecimiento depende de su condición por fuera de la
institución, del circuito “oficial”. No surge como contraposición, sino
que crea en base a sus necesidades, que, hasta la actualidad, fueron
tantas que la fuerza instituyente las captó y se consolidó muy firmemente. En
cuanto a lo cualitativo y hasta en aspectos cuantitativos la fuerza
instituyente iguala o supera a la fuerza de lo instituido en lo que respecta a
la cultura.
Los 90 fueron el inicio de este proceso
de construcción cultural en los barrios, en las villas, en los centros
culturales autogestivos, en los colectivos de artistas, en las ferias de artesanos,
y en las múltiples formas de hacer y crear cultura que tiene un pueblo.
Respecto a la función del aparato estatal, como conclusión, creemos que siempre que incida en la cultura será con un fin político determinado por los intereses de las clases dominantes, que la verdadera identidad de la cultura se expresa fielmente en las representaciones cotidianas y en las organizaciones sociales que crean sus propios medios para su fin. No creemos que sea de manera independiente, ya que entendemos a las fuerzas instituidas e instituyentes como conceptos imposibles de disociar, y que se definen mutuamente, pero en relación a la cultura, es la herramienta de la política en lo instituido en tanto es la forma de vida de lo instituyente.
Respecto a la función del aparato estatal, como conclusión, creemos que siempre que incida en la cultura será con un fin político determinado por los intereses de las clases dominantes, que la verdadera identidad de la cultura se expresa fielmente en las representaciones cotidianas y en las organizaciones sociales que crean sus propios medios para su fin. No creemos que sea de manera independiente, ya que entendemos a las fuerzas instituidas e instituyentes como conceptos imposibles de disociar, y que se definen mutuamente, pero en relación a la cultura, es la herramienta de la política en lo instituido en tanto es la forma de vida de lo instituyente.
Bibliografía
Campo de poder, campo intelectual. Bourdieu, Pierre, Montressor,Jungla
Simbólica, 2002.
Entre la política y la gestión de la cultura y del Arte. Nuevos actores
en la argentina contemporánea. Wortman, Ana, Bs. As., Eudeba, 2009.
Topografías de la investigación, métodos, espacios y prácticas
profesionales. Escolar, Cora, Bs. As., Endeba. 2000.
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