Lo siguiente es un ensayo sobre una herramienta fundamental en el desarrollo de cualquier aspecto de nuestra vida: las emociones.
¿Qué sabemos? ¿Qué es la inteligencia emocional? ¿Para qué nos sirve saber que sentimos?
Y un anclaje especial a la labor del Gestor Cultural
¿Qué sabemos? ¿Qué es la inteligencia emocional? ¿Para qué nos sirve saber que sentimos?
Y un anclaje especial a la labor del Gestor Cultural
Inteligencia
Emocional: construcción social, condición cultural
La raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino movere que significa moverse, más el prefijo “e“, que significa movimiento hacia.
Según el psicólogo Daniel Goleman, las emociones son en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. Es decir que emoción se vincula directamente con acción.
Edward De Bono, sostiene que si actuas como pensador tu pensamiento seguirá el movimiento, es decir que considera que es posible coincidir emoción con movimiento.
Dentro de cada uno de nosotros, existen dos formas de conocimiento que nos permiten actuar de determinada manera, una es una forma de pensamiento y la otra de sentimiento (vulgarmente se suele plantear un enfrentamiento entre un cerebro y un corazón a la hora de tomar decisiones). Podríamos decir que la parte del pensamiento, la parte mental, abarca la parte más racional de la que somos conscientes y a partir de la cual reflexionamos, y la otra forma se rige por el impulso, el sentimiento, quizá a veces más ilógico. Determinan entonces distintos movimientos según como usemos nuestra inteligencia.
Leslie Brody y Judith Hall, a raíz de sus intensos estudios, pronosticaron que, por diferencias de crianza en la infancia los niños y las niñas desarrollan diferentes tipos de inteligencia emocional, siendo las niñas quienes tienen más información sobre el mundo emocional y también desarrollan más habilidades verbales que los niños, quienes tienden a no saber verbalizar sus emociones y por eso suelen acudir más rápido a las reacciones físicas.
Claramente la educación de los/las niños/as está condicionada por parámetros culturales determinados en cada sociedad – aunque por factores de la globalización son bastante uniformes a nivel mundial – que sitúa a las niñas en un lugar más susceptible y/o comprensivo, mientras que el niño – futuro hombre- es más concreto, directo, sencillo y menos emotivo. Por lo que podríamos deducir que la inteligencia emocional está condicionada socialmente.
El músico Adrián Berra canta “putea si así quieres, grita si hace falta que los hombres también pueden llorar […] piensa menos y vive más “ y concluye preguntando “quien dice que lo que está bien y lo que se debe?”
Respecto a lo de “los hombres también pueden llorar”, evidencia completamente la rigidez y falta de emotividad con la que los estereotipos de la sociedad condicionan al hombre, y luego cuando plantea pensar menos para vivir más, se acerca al planteo de actuar guiados por el sentimiento y menos por el pensamiento lógico.
Ahora nos preguntamos también qué es lo lógico, y volviendo a Edward de Bono, podemos definir al pensamiento lógico como aquel que aspira al mejor enfoque posible, es decir que acaba cuando se llega a un enfoque/solución satisfactoria considerando solo conceptos que se encuadren dentro de cierto sentido común.
¿Por qué el sentido común de la educación (escuela, familia, sociedad) se basa únicamente en nuestra inteligencia de pensamiento? En el segundo capítulo del libro Los Seis Sombreros Para Pensar, de Bono se plantea otra pregunta que se acerca a la respuesta: ¿ se nos paga para pensar o para seguir el pensamiento de otro? En este apartado el autor diferencia el pensamiento deliberado del pensamiento automático. El primero representa un pensamiento que traza un mapa para dirigir la acción, es decir que plantea un modo de hacer las cosas, el segundo representa la rutina, las cosas que hacemos repetitivamente y casi sin pensar. La mayoría de los empleos actualmente apelan más al pensamiento automático, respondiendo a intereses ajenos.
Luego, define la operabilidad como el pensar actuante, como la habilidad para hacer y el pensamiento que implica, y considera que esta cuestión debería ser parte de la educación.
Pero…¿Es funcional al sistema capitalista en el que estamos inmersos enseñar desde la infancia a conocer y trabajar con y desde la inteligencia emocional?
Volviendo a Goleman, el sostiene que pese a todas las limitaciones que nos impone la sociedad, la razón suele desbordarse por la pasión, ya que en la naturaleza humana, por su diseño biológico, el circuito nervioso está determinado por nuestra vida emocional. El hombre es un animal con instinto emotivo. Observando a los niños podemos ver de manera más directa como las emociones conducen las acciones, y que a medida que crece, cada vez más inmerso ( y consiente) de la lógica social, el mundo “civilizado” reduce estos “impulsos” y esto lo hace actuar de manera lógica. Para el capitalismo es más efectivo un trabajador con inteligencia lógica, que trabaje en la rutina.
Acá entonces, volvemos a sostener que la inteligencia emocional se haya determinada por la vida social, o sea por la cultura, y que a menor presión social (noción de condiciones de trabajo, reglas, leyes, parámetros establecidos) mayor es la acción por sentimiento (la acción por emoción intuitiva).
De acuerdo con Edward de Bono, la costumbre occidental de la argumentación y la dialéctica es defectuosa, ya que excluye lo creativo y lo generativo. La lógica de mercado impone un modo de trabajar repetitivo, rutinario, y en caso de llegar a la excepción se invade por el ego. Pese a que las capacidades de las personas son importantes lo aún más importante es favorecer un entorno de desarrollo de habilidades para pensar, de manera que así se desempeñe mejor el individuo en los diferentes ámbitos de su vida.
Aprender a trabajar la inteligencia emocional es imprescindible para poder evitar desbordarse en las situaciones trágicas o por la acumulación de tensiones y malas sensaciones que la vida cotidiana del siglo XXI nos impone, con sus rutinas aceleradas y las malas noticias amarillistas de los medios masivos de comunicación que incitan a vivir cada vez más alterado, contribuyendo al estrés y al fastidio. Un gran ejemplo de la vida cotidiana y sus vicisitudes está plasmado en el último film de Damián Szifrón, Relatos Salvajes, donde personajes representan diferentes estilos de vida (una moza, un ingeniero, una mujer a punto de casarse) que colapsan por diversas situaciones. El cineasta define la trama basado en “ la difusa frontera que separa a la civilización de la barbarie, del vértigo de perder los estribos y del innegable placer de perder el control”, definiendo el proyecto como “una serie de relatos que «toma situaciones conflictivas de la cotidianeidad, esas a las que yo mismo he estado expuesto y que como ciudadanos comunes reprimimos tras medir el costo-beneficio de una acción, optando por ser menos impulsivos y no responder a las agresiones externas».
Esta película argentina batió records en taquilla siendo la más vista en menor tiempo, y en gran medida fue por la identificación del público con las historias, sumado al humor negro y la ironía que guionan el film.
Siendo conscientes de causas y consecuencias en un imaginario social instaurado, optamos por actuar condicionados por el sentido común y esto muchas veces genera represiones internas. Constantemente estamos expuestos a situaciones que nos sacan de quicio, pero optamos por ser menos impulsivos tratando de evitar reaccionar por emociones externas.
La importancia de conocer y emplear la inteligencia emocional es favorable para mejorar el desempeño personal y laboral pero también para evitar lo que Goleman denomina como secuestro emocional y que lo explica cómo el reaccionar impulsivamente o, como dicen los investigadores, la manifestación una «respuesta conductual inapropiada”.
En Relatos Salvajes, los personajes pierden el control por una sobrecarga emocional, Gottman, define estas situaciones como “desborde emocional”, donde las personas quedan enceguecidas buscando escapar de la situación o en algunos casos venganza, dejándose llevar por el impulso, ocurriendo así el “secuestro emocional” que se autoperpetua. La vulnerabilidad de las personas y su umbral de desbordamiento es relativa y cambiante.
La inteligencia Emocional en el ámbito laboral
A partir de los años 80 la inteligencia emocional comienza a ser fomentada en el ámbito laboral y comienza a tener gran peso dentro del mundo empresarial. Una gestión clara y concreta es fundamental tanto para elogiar como para criticar y corregir al personal, apuntando a una forma directa de resolver las cuestiones cotidianas.
De Bono, con la implementación de los seis sombreros intenta sacar al pensamiento del estilo argumentativo habitual y llevarlo a un estilo cartográfico: trazando un mapa y eligiendo la ruta, mediante un cambio de roles. Cada sombrero está representado por un color y una cualidad, esta condición permite quitar el ego y pensar en función al papel asignado de manera más libre. El propósito de pensar con los diferentes sombreros implica la representación de un papel definido (restricción del ego), dirigir la atención a un aspecto particular (uno por sombrero), favorecer el valor de la convivencia y tolerancia mediante el intercambio de ideas, todo mediante el establecimiento de las reglas de juego.
Esta dinámica manera de trabajar en grupo (o alternando uno los sombreros) permite dejar fluir ideas y pensamientos con una condición pero a la vez de manera más libre, y resulta un buen ejercicio para poner en práctica, para proponer o evaluar proyectos, ya que los sombreros ofrecen el paso de la intención al desempeño efectivo.
En caso de fomentar el uso de esta práctica y a la vez tareas que permitan el desarrollo de la inteligencia emocional los beneficios serán efectivos respecto a la capacidad de expresar quejas positivamente, crear un clima que valore la diversidad y para saber establecer redes eficaces.
Todas estas ventajas son de suma importancia para el desempeño, por ejemplo, de la gestión cultural, ya que en ella se requiere la creatividad y el trabajo colectivo interdisciplinario, ofreciendo resultados óptimos y sostenibles.
Es importante, en este tipo de equipos poder alentar el desarrollo de la inteligencia emocional, liberando el lado intuitivo de cada persona, de manera que pueda establecer su propio mapa para llegar al resultado, que pueda proponer nuevas e innovadoras propuestas desempeñando diversos roles o posturas guiadas por lo emotivo en pos a un determinado planteo pero desde una perspectiva personal, ya que si emitimos las emociones estaríamos dejando fuera una parte de la explicación de las cosas.
Según el psicólogo Daniel Goleman, las emociones son en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. Es decir que emoción se vincula directamente con acción.
Edward De Bono, sostiene que si actuas como pensador tu pensamiento seguirá el movimiento, es decir que considera que es posible coincidir emoción con movimiento.
Dentro de cada uno de nosotros, existen dos formas de conocimiento que nos permiten actuar de determinada manera, una es una forma de pensamiento y la otra de sentimiento (vulgarmente se suele plantear un enfrentamiento entre un cerebro y un corazón a la hora de tomar decisiones). Podríamos decir que la parte del pensamiento, la parte mental, abarca la parte más racional de la que somos conscientes y a partir de la cual reflexionamos, y la otra forma se rige por el impulso, el sentimiento, quizá a veces más ilógico. Determinan entonces distintos movimientos según como usemos nuestra inteligencia.
Leslie Brody y Judith Hall, a raíz de sus intensos estudios, pronosticaron que, por diferencias de crianza en la infancia los niños y las niñas desarrollan diferentes tipos de inteligencia emocional, siendo las niñas quienes tienen más información sobre el mundo emocional y también desarrollan más habilidades verbales que los niños, quienes tienden a no saber verbalizar sus emociones y por eso suelen acudir más rápido a las reacciones físicas.
Claramente la educación de los/las niños/as está condicionada por parámetros culturales determinados en cada sociedad – aunque por factores de la globalización son bastante uniformes a nivel mundial – que sitúa a las niñas en un lugar más susceptible y/o comprensivo, mientras que el niño – futuro hombre- es más concreto, directo, sencillo y menos emotivo. Por lo que podríamos deducir que la inteligencia emocional está condicionada socialmente.
El músico Adrián Berra canta “putea si así quieres, grita si hace falta que los hombres también pueden llorar […] piensa menos y vive más “ y concluye preguntando “quien dice que lo que está bien y lo que se debe?”
Respecto a lo de “los hombres también pueden llorar”, evidencia completamente la rigidez y falta de emotividad con la que los estereotipos de la sociedad condicionan al hombre, y luego cuando plantea pensar menos para vivir más, se acerca al planteo de actuar guiados por el sentimiento y menos por el pensamiento lógico.
Ahora nos preguntamos también qué es lo lógico, y volviendo a Edward de Bono, podemos definir al pensamiento lógico como aquel que aspira al mejor enfoque posible, es decir que acaba cuando se llega a un enfoque/solución satisfactoria considerando solo conceptos que se encuadren dentro de cierto sentido común.
¿Por qué el sentido común de la educación (escuela, familia, sociedad) se basa únicamente en nuestra inteligencia de pensamiento? En el segundo capítulo del libro Los Seis Sombreros Para Pensar, de Bono se plantea otra pregunta que se acerca a la respuesta: ¿ se nos paga para pensar o para seguir el pensamiento de otro? En este apartado el autor diferencia el pensamiento deliberado del pensamiento automático. El primero representa un pensamiento que traza un mapa para dirigir la acción, es decir que plantea un modo de hacer las cosas, el segundo representa la rutina, las cosas que hacemos repetitivamente y casi sin pensar. La mayoría de los empleos actualmente apelan más al pensamiento automático, respondiendo a intereses ajenos.
Luego, define la operabilidad como el pensar actuante, como la habilidad para hacer y el pensamiento que implica, y considera que esta cuestión debería ser parte de la educación.
Pero…¿Es funcional al sistema capitalista en el que estamos inmersos enseñar desde la infancia a conocer y trabajar con y desde la inteligencia emocional?
Volviendo a Goleman, el sostiene que pese a todas las limitaciones que nos impone la sociedad, la razón suele desbordarse por la pasión, ya que en la naturaleza humana, por su diseño biológico, el circuito nervioso está determinado por nuestra vida emocional. El hombre es un animal con instinto emotivo. Observando a los niños podemos ver de manera más directa como las emociones conducen las acciones, y que a medida que crece, cada vez más inmerso ( y consiente) de la lógica social, el mundo “civilizado” reduce estos “impulsos” y esto lo hace actuar de manera lógica. Para el capitalismo es más efectivo un trabajador con inteligencia lógica, que trabaje en la rutina.
Acá entonces, volvemos a sostener que la inteligencia emocional se haya determinada por la vida social, o sea por la cultura, y que a menor presión social (noción de condiciones de trabajo, reglas, leyes, parámetros establecidos) mayor es la acción por sentimiento (la acción por emoción intuitiva).
De acuerdo con Edward de Bono, la costumbre occidental de la argumentación y la dialéctica es defectuosa, ya que excluye lo creativo y lo generativo. La lógica de mercado impone un modo de trabajar repetitivo, rutinario, y en caso de llegar a la excepción se invade por el ego. Pese a que las capacidades de las personas son importantes lo aún más importante es favorecer un entorno de desarrollo de habilidades para pensar, de manera que así se desempeñe mejor el individuo en los diferentes ámbitos de su vida.
Aprender a trabajar la inteligencia emocional es imprescindible para poder evitar desbordarse en las situaciones trágicas o por la acumulación de tensiones y malas sensaciones que la vida cotidiana del siglo XXI nos impone, con sus rutinas aceleradas y las malas noticias amarillistas de los medios masivos de comunicación que incitan a vivir cada vez más alterado, contribuyendo al estrés y al fastidio. Un gran ejemplo de la vida cotidiana y sus vicisitudes está plasmado en el último film de Damián Szifrón, Relatos Salvajes, donde personajes representan diferentes estilos de vida (una moza, un ingeniero, una mujer a punto de casarse) que colapsan por diversas situaciones. El cineasta define la trama basado en “ la difusa frontera que separa a la civilización de la barbarie, del vértigo de perder los estribos y del innegable placer de perder el control”, definiendo el proyecto como “una serie de relatos que «toma situaciones conflictivas de la cotidianeidad, esas a las que yo mismo he estado expuesto y que como ciudadanos comunes reprimimos tras medir el costo-beneficio de una acción, optando por ser menos impulsivos y no responder a las agresiones externas».
Esta película argentina batió records en taquilla siendo la más vista en menor tiempo, y en gran medida fue por la identificación del público con las historias, sumado al humor negro y la ironía que guionan el film.
Siendo conscientes de causas y consecuencias en un imaginario social instaurado, optamos por actuar condicionados por el sentido común y esto muchas veces genera represiones internas. Constantemente estamos expuestos a situaciones que nos sacan de quicio, pero optamos por ser menos impulsivos tratando de evitar reaccionar por emociones externas.
La importancia de conocer y emplear la inteligencia emocional es favorable para mejorar el desempeño personal y laboral pero también para evitar lo que Goleman denomina como secuestro emocional y que lo explica cómo el reaccionar impulsivamente o, como dicen los investigadores, la manifestación una «respuesta conductual inapropiada”.
En Relatos Salvajes, los personajes pierden el control por una sobrecarga emocional, Gottman, define estas situaciones como “desborde emocional”, donde las personas quedan enceguecidas buscando escapar de la situación o en algunos casos venganza, dejándose llevar por el impulso, ocurriendo así el “secuestro emocional” que se autoperpetua. La vulnerabilidad de las personas y su umbral de desbordamiento es relativa y cambiante.
La inteligencia Emocional en el ámbito laboral
A partir de los años 80 la inteligencia emocional comienza a ser fomentada en el ámbito laboral y comienza a tener gran peso dentro del mundo empresarial. Una gestión clara y concreta es fundamental tanto para elogiar como para criticar y corregir al personal, apuntando a una forma directa de resolver las cuestiones cotidianas.
De Bono, con la implementación de los seis sombreros intenta sacar al pensamiento del estilo argumentativo habitual y llevarlo a un estilo cartográfico: trazando un mapa y eligiendo la ruta, mediante un cambio de roles. Cada sombrero está representado por un color y una cualidad, esta condición permite quitar el ego y pensar en función al papel asignado de manera más libre. El propósito de pensar con los diferentes sombreros implica la representación de un papel definido (restricción del ego), dirigir la atención a un aspecto particular (uno por sombrero), favorecer el valor de la convivencia y tolerancia mediante el intercambio de ideas, todo mediante el establecimiento de las reglas de juego.
Esta dinámica manera de trabajar en grupo (o alternando uno los sombreros) permite dejar fluir ideas y pensamientos con una condición pero a la vez de manera más libre, y resulta un buen ejercicio para poner en práctica, para proponer o evaluar proyectos, ya que los sombreros ofrecen el paso de la intención al desempeño efectivo.
En caso de fomentar el uso de esta práctica y a la vez tareas que permitan el desarrollo de la inteligencia emocional los beneficios serán efectivos respecto a la capacidad de expresar quejas positivamente, crear un clima que valore la diversidad y para saber establecer redes eficaces.
Todas estas ventajas son de suma importancia para el desempeño, por ejemplo, de la gestión cultural, ya que en ella se requiere la creatividad y el trabajo colectivo interdisciplinario, ofreciendo resultados óptimos y sostenibles.
Es importante, en este tipo de equipos poder alentar el desarrollo de la inteligencia emocional, liberando el lado intuitivo de cada persona, de manera que pueda establecer su propio mapa para llegar al resultado, que pueda proponer nuevas e innovadoras propuestas desempeñando diversos roles o posturas guiadas por lo emotivo en pos a un determinado planteo pero desde una perspectiva personal, ya que si emitimos las emociones estaríamos dejando fuera una parte de la explicación de las cosas.
Posibilitar la fluidez del pensamiento lateral provoca
nuevas inquietudes con respuestas que tienden a buscar otras – novedosas-
soluciones, es decir se plantea una reestructuración del modelo.
El empleo de los sombreros permite dar mas de una respuesta, deja de creer que hay una sola o necesaria respuesta y predispone a innovar.
Pongamos por ejemplo, la acción guiada por el sombrero verde, que se caracteriza por la creatividad, la búsqueda de alternativas. Induce a ir más allá de lo conocido, de lo satisfactorio, de lo obvio. Requiere de un movimiento constante, partir de una idea y avanzar hasta llegar a otra, su principal elemento es la provocación que se utiliza para salir de lo habitual. Es decir, lo que requiere es el impulso, la elocuencia, lo arriesgado; se nutre del pensamiento lateral, de la reordenación de la información disponible hasta llegar a varias alternativas, complementadonse con un buen manejo de la inteligencia emocional, que permita el autoconocimiento, la seguridad en uno mismo, el compromiso, la integridad, la comunicación eficaz, obtendríamos una mente completamente dedicada a su rol (pongámosle un gestor cultural organizando una actividad) pudiendo expresarse en su totalidad y concentrando mejor su energía y sus pensamientos.
Lo mismo se aplica con el uso de otros sombreros y sus cualidades dentro del ámbito laboral pero también el uso de la inteligencia emocional es útil en cuestiones cotidianas y vida de pareja.
El rol del gestor cultural en equipos interdisciplinarios se asemeja al de un líder, encausando y ordenando el proyecto. El liderazgo asociado a colaborar en la construcción de un objetivo común, y no en relación al control de los demás.
Entonces, como desafío, a la hora de plantear trabajos o proyectos, el gestor cultural debe ser el primero en plantear una lógica de trabajo que transite desde el sentido común, los pensamientos lógicos, hasta enriquecerse desde la inteligencia emocional, fomentando el intercambio de ideas, la libertad de pensar, tomando una postura adaptable y flexible a las diferentes opciones. Incitando al desarrollo de la creatividad, y para ello dándole el espacio y la oportunidad a los que trabajan de expresarse desde la intuición, desde lo emotivo. Permitirse apostar innovando desde lo que tanto se censuró o bloqueó, quitando límites, y explotando los beneficios de trabajar en grupo. Reconociendo y haciendo saber que no hay una única manera de resolver las cosas, y que cada uno puede proponer una perspectiva diferente, planteando múltiples alternativas, siendo esta cuestión la más enriquecedora, proponiendo establecer nuevas asociaciones. Y para ello es fundamental que se desarrolle la inteligencia emocional de los grupos de trabajo.
El gestor cultural, debe desempeñar un rol que fomente una nueva cultura organizacional del trabajo, abierta, flexible, critica, que cuestione lo instaurado, teniendo en cuenta la lógica de la comunidad o institución en la que se vaya a intervenir, pero arriesgándose a innovar.
El empleo de los sombreros permite dar mas de una respuesta, deja de creer que hay una sola o necesaria respuesta y predispone a innovar.
Pongamos por ejemplo, la acción guiada por el sombrero verde, que se caracteriza por la creatividad, la búsqueda de alternativas. Induce a ir más allá de lo conocido, de lo satisfactorio, de lo obvio. Requiere de un movimiento constante, partir de una idea y avanzar hasta llegar a otra, su principal elemento es la provocación que se utiliza para salir de lo habitual. Es decir, lo que requiere es el impulso, la elocuencia, lo arriesgado; se nutre del pensamiento lateral, de la reordenación de la información disponible hasta llegar a varias alternativas, complementadonse con un buen manejo de la inteligencia emocional, que permita el autoconocimiento, la seguridad en uno mismo, el compromiso, la integridad, la comunicación eficaz, obtendríamos una mente completamente dedicada a su rol (pongámosle un gestor cultural organizando una actividad) pudiendo expresarse en su totalidad y concentrando mejor su energía y sus pensamientos.
Lo mismo se aplica con el uso de otros sombreros y sus cualidades dentro del ámbito laboral pero también el uso de la inteligencia emocional es útil en cuestiones cotidianas y vida de pareja.
El rol del gestor cultural en equipos interdisciplinarios se asemeja al de un líder, encausando y ordenando el proyecto. El liderazgo asociado a colaborar en la construcción de un objetivo común, y no en relación al control de los demás.
Entonces, como desafío, a la hora de plantear trabajos o proyectos, el gestor cultural debe ser el primero en plantear una lógica de trabajo que transite desde el sentido común, los pensamientos lógicos, hasta enriquecerse desde la inteligencia emocional, fomentando el intercambio de ideas, la libertad de pensar, tomando una postura adaptable y flexible a las diferentes opciones. Incitando al desarrollo de la creatividad, y para ello dándole el espacio y la oportunidad a los que trabajan de expresarse desde la intuición, desde lo emotivo. Permitirse apostar innovando desde lo que tanto se censuró o bloqueó, quitando límites, y explotando los beneficios de trabajar en grupo. Reconociendo y haciendo saber que no hay una única manera de resolver las cosas, y que cada uno puede proponer una perspectiva diferente, planteando múltiples alternativas, siendo esta cuestión la más enriquecedora, proponiendo establecer nuevas asociaciones. Y para ello es fundamental que se desarrolle la inteligencia emocional de los grupos de trabajo.
El gestor cultural, debe desempeñar un rol que fomente una nueva cultura organizacional del trabajo, abierta, flexible, critica, que cuestione lo instaurado, teniendo en cuenta la lógica de la comunidad o institución en la que se vaya a intervenir, pero arriesgándose a innovar.
bibliografía
Goleman, Daniel, Inteligencia emocional, Editorial Kairós, 1996.
De Bono, Edward, 6 sombreros para pensar, Bay Back Books, 1999.
De Bono, Edward, Pensamiento Lateral . Capitulo 7: Alternativas.
http://www.haciendocine.com.ar/node/41012
http://www.eltribuno.info/relatos-salvajes-seis-historias-que-transitan-la-cordura-la-total-locura-n433090
Adrian Berra, “un beso en la nariz” (canción)
Goleman, Daniel, Inteligencia emocional, Editorial Kairós, 1996.
De Bono, Edward, 6 sombreros para pensar, Bay Back Books, 1999.
De Bono, Edward, Pensamiento Lateral . Capitulo 7: Alternativas.
http://www.haciendocine.com.ar/node/41012
http://www.eltribuno.info/relatos-salvajes-seis-historias-que-transitan-la-cordura-la-total-locura-n433090
Adrian Berra, “un beso en la nariz” (canción)
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